viernes, 15 de febrero de 2008

La Receta Médica (2 de 2)

Dr. Nelson E. Duarte Morel
Pediatra-Psicólogo

12 de agosto del 2007.

Como ya dijimos, muchos médicos nos creemos superiores cuando recetamos al paciente patentizados de alto costo, super-modernos y preferiblemente solo disponibles en las super-farmacias de las grandes ciudades. Es el juego psicológico de impresionar y manipular al enfermo haciéndole depender de una prescripción especial única e irremplazable, elaborada por un médico especial, único e irremplazable. Y mucha gente juega ese juego, convirtiéndose en victima y objeto de una jugada, unas veces perversa y otras tan solo producto de la vanidad o la inseguridad, porque a diferencia de lo que mucha gente pudiera pensar, el médico generalmente no recibe beneficios directos como resultado de tales recetas; sólo un puñado de médicos de las ciudades grandes se beneficia a lo sumo con financiamiento de viajes a congresos o el obsequio ocasional de algún libro. Por tanto, tal práctica no beneficia ni al profesional y muchos menos al paciente. Sólo a las grandes empresas.
La elaboración de la receta es el paso que sigue al diagnóstico de la dolencia del paciente. Para lo primero, sólo basta seguir las recomendaciones del visitador a médicos y ni siquiera hay que ser médico. Contrariamente, para el diagnóstico, es necesario poseer conocimientos profundos de medicina. De hecho, muchos medicamentos son cambiados por sus equivalentes al llegar a la farmacia por un simple despachador con o sin el consentimiento del paciente, echando a perder la super-receta elaborada por el médico. De nuevo la importancia del diagnóstico.
Ahora bien, ¿son indispensables los medicamentos de alto costo para asegurar la efectividad de un tratamiento? Generalmente no. En pocos casos no hay disponibles medicamentos genéricos. Para demostrarlo preguntaremos al lector si conoce el nombre comercial original del producto genérico ranitidina. ¿Alguien lo sabe? Pocos piden en la farmacia Zantac, que así es el nombre. Sin embargo, todos se benefician del genérico ranitidina, que cuesta 4 ó 5 veces menos, a la hora de aliviar sus molestias estomacales. Y lo mismo pasa con el acetaminofén (Tylenol), diazepán (Valium); amoxicilina (Amoxil); sildenafil (Viagra); carbamazepina (Tegretol); salbutamol (Ventolín); propranolol (Inderal); nifedipina (Adalat) etc.. La lista es interminable, como son las alternativas genéricas para cada patentizado costoso. Si usted considera que los medicamentos en cursiva (genéricos) pueden ayudar su bolsillo sin perjudicar su salud, pues exíjalos a su médico. Si por el contrario, prefiere los nombres entre paréntesis (patentizados originales) sin importar el costo, usted tiene el derecho de pagar extra, como cualquier dominicano tiene el derecho de comprar un BMW en vez de un Toyota.

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