miércoles, 29 de abril de 2009

Genes vagabundos

...la célula infectada muere (apoptosis celular) pagando por su servilismo y por no haber sido capaz de defenderse de un simple “gen vagabundo”.
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Como todo virus, el de la gripe o influenza no es más que una partícula con capacidad infectante que busca desesperadamente un huésped para sobrevivir y multiplicarse. Porque aunque el “sentido común” nos podría hacer pensar que un virus es un organismo viviente, como todos los demás microorganismos, en verdad no lo es, no tiene vida propia ni está vivo. Tampoco es una célula.

Un virus no es nada más (ni menos) que un genoma o molécula de ácido nucleico (ADN o ARN, nunca los dos) con información genética, pero SIN capacidad propia para ejecutar las órdenes almacenadas en su genoma. No tiene aparatos de síntesis, ni de reproducción, ni de excreción, ni de producción de energía, tampoco sistemas metabólicos ni respiratorios, como consecuencia de su carencia de organelos (no tiene mitocondrias, ni aparato de Golgi, por ejemplo). Por esas razones han sido llamados “genes vagabundos”.

Para lograr sus objetivos (sobrevivir y replicarse, y realizar todas las funciones programadas en su material genético) este diminuto microorganismo necesita encontrar células vivas a quienes invadir y someter. Por ello, un virus es el ejemplo más exacto de lo que llamamos un parásito, en este caso un parásito intracelular obligado.

La denominación de virus se utilizo inicialmente para separar e identificar a los agentes patógenos que no se conocían bien. Así, en 1892 Iwanovski describió un grupo de agentes infecciosos que eran capaces de atravesar filtros para bacterias, los llamados virus filtrantes o simplemente “virus”, término derivado de la palabra latina veneno.

Se reconoce a los virus como los agentes infecciosos más pequeños que existen en la naturaleza, pues miden apenas unos cuantos nanómetros (nm), siendo un nanómetro (1 nm) el equivalente a la milésima parte de una micra o micrómetro (1 um).

Los virus (los de la gripe o influenza incluidos) poseen una estructura que no puede ser más simple. Poseen 2 o 3 componentes: 1- el material genético (ADN o ARN) esparcido en su interior, que contiene la información genética; 2- una envoltura de proteínas que rodea este material genético llamada capside; y 3- en algunos virus existe una envoltura o cubierta externa que rodea la capside (el conjunto se denomina virión). Y nada más!, pues es todo lo que necesita un virus para infectar y penetrar nuestras células, traspasarle su material genético y “ordenarles” que reproduzca o clone (replicación) millones de copias de si mismo que luego de ser liberadas están listas para invadir a otras células del mismo cuerpo o de otros cuerpos. Como resultado, la célula infectada muere (apoptosis celular) pagando la culpa por su servilismo y por no haber sido capaz de defenderse de un simple “gen vagabundo”.

Sin embargo, en la simpleza estructural de los virus reside su fortaleza, pues como no tienen pared celular ni aparatos de síntesis, son inmunes a los antibióticos creados por el hombre, ya que estos actúan en su mayoría atacando justo en los puntos ausentes en los virus. Además, puesto que los virus utilizan los procesos metabólicos ajenos, los de la célula infectada, habría que destruir estos procesos o a la célula misma para detenerlos.

Con el virus de la gripe o influenza, sea esta humana, aviar o porcina, pasa algo similar. Los medicamentos hasta ahora utilizados en ésta o en cualquier infección viral, se limitan a atacar elementos claves para la replicación del virus dentro de la célula, no a eliminarlos. El oseltamivir y el zanamivir, por ejemplo, producen una mejoría de los síntomas de la enfermedad mediante la inhibición de la replicación viral en la célula huésped actuando sobre la enzima llamada neuraminidasa que facilita la penetración y replicación del virus.

Está claro que no todo material genético puede clasificarse como viviente, sobre todo si carece de mecanismos y herramientas que le permitan sobrevivir fuera de otra célula, organismo o cuerpo. Aún más, resulta evidente la fortaleza de estos genes diminutos que aún careciendo de vida propia, en ocasiones son capaces de invadir y doblegar a los seres humanos, ya sea en una comunidad, o un país, un continente o en todo el planeta.

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