"...en los países desarrollados el ciudadano promedio ha disfrutado durante decenios de un bienestar y seguridad que resultan hasta irritantes para nosotros,..."
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Durante años los dominicanos hemos sido testigos y victimas de una de las epidemias más terribles de todos los tiempos, que afecta no sólo a nuestro país sino a muchos que comparten nuestras condiciones económicas, sociales y psicológicas. Nos referimos a la violencia en sus diferentes formas.
Hace años que expertos mundiales de la Organización Mundial de la Salud han diagnosticado sus causas: la pobreza , falta de acceso a servicios básicos (como educación, vivienda, salud, agua potable, energía eléctrica y empleo), angustia, temores, e inseguridad permanentes, como resultado de un déficit económico, social, político y psicológico puesto en nuestra cuenta por otros, aquellos que por años se lo han llevado todo.
El resultado no puede ser otro que frustración, rabia, hostilidad, irritabilidad, agresividad y violencia que se expresa cotidianamente en cualquier ciudad dominicana de manera tan “sutil” como la forma de conducir, o en modos tan groseros como el asesinato de las propias familias. Es como una rebeldía permanente contra todo y todos.
Del tan cascareado estrés social y personal que nos vuelve salvajemente violentos, podemos dar clases los dominicanos. Sin embargo, es curioso y demostrativo el hecho de que nos convertimos en ovejas mansas, obedientes y cumplidoras de todas las normas tan pronto pisamos el suelo de algún país donde sintamos que tememos derechos y seguridad social. Y no solo la impunidad dominicana lo explica, pues cualquier mortal preferiría caer preso en EU y no pasar por La Victoria ni de visita, pues aquí la impunidad institucional es superada por mucho por la vulnerabilidad del ciudadano de barrio ante las arbitrariedades de nuestro aparato policial y penitenciario.
Como contraste, en los países desarrollados el ciudadano promedio ha disfrutado durante decenios de un bienestar y seguridad que resultan hasta irritantes para nosotros, pobres tercermundistas que vemos con “pique” como allá con solo trabajar arduamente se construye el “sueño americano”.
Luego de la crisis financiera que atraviesan los EU, leemos con asombro noticias sobre los altos niveles de estrés que ahora sufren los norteamericanos. No duermen bien y congestionan las líneas de los servicios de ayuda psicológica por los altos niveles de ansiedad y depresión ocasionados por la quiebra económica de millares que pierden sus casas, los echan del trabajo y no pueden cubrir sus pagos. Y esta misma semana leemos sobre una lamentable oleada de violencia intra familiar donde ciudadanos desesperados asesinan a sus cónyuges, hijos y mascotas y luego se pegan un tiro. Igual que aquí. Sólo que ahora, y por desgracia, también el amo está enfermo.
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